lunes, 16 de enero de 2012

028.01* DELACROIX (1798 – 1863). PINTOR ROMÁNTICO. CAIXA FORUM MADRID. Paseo del prado, 36




Eugène Delacroix, es un "avant- impressionniste", un avanzado pintor romántico, que niega que la emoción que causa un cuadro proceda del tema representado, sino que, por el contrario, lo que provoca tal estado anímico son los valores plásticos de la pintura: materia, luz y color. Paradigma, que los impresionistas elevan a canon universalmente aceptado por la totalidad de los pintores, tras su proclamación. Dar a conocer esta imagen de Delacroix, como rebelde alejado de las convenciones académicas del neoclasicismo y revolucionario de la pintura, es el objetivo básico de esta exposición, que reúne 130 obras procedentes de colecciones públicas y privadas de Europa y América.

En la sala “Delacroix y el modelo” se exponen varios estudios, en los cuales se comprueba, como el pintor antepone la expresión de la luz y el color del desnudo femenino a la precisión formal de la anatomía.

La literatura supuso para Delacroix un caudaloso manantial de inspiración. En la sala “Las ilustraciones de Fausto” se muestran diecisiete planchas litográficas para el Fausto de Goethe, quién cuando vio las litografías las valoró con estas palabras:”Debo confesar que, en estas escenas, Delacroix, artista de un talento raro, ha superado mi propia visión”. Los estímulos que necesita su imaginación provienen de la literatura transcribiendo en sus obras las emociones que le provocan las lecturas de Dante, Cervantes o Milton, las novelas de Chateaubriand o Walter Scott y sobre todo las obras de Lord Byron, como queda de manifiesto en la sala de “La inspiración literaria”.

A partir del viaje que el pintor a Londres en 1825 y después de haber conocido al pintor británico Thomas Lawrence, la obra de Delacroix manifiesta una fuerte influencia de la pintura inglesa. En la sala de “El retrato y la influencia británica”, se encuentra una obra relevante, cual es el retrato del Barón Schwiter (1826), en el que el autor aspira a captar el carácter del personaje.

La fascinación por Byron le hace parcial a favor de la independencia de Grecia, frente al Imperio Otomano. En la sala de “El drama de Grecia” se muestra la obra “Grecia expirando sobre las ruinas de Missolonghi”, en donde el dolor de la derrota y el sufrimiento están representados por una mujer desesperada que acepta su sacrificio.

En “Recuerdos del viaje a Marruecos”, (viaje que realizó en 1832), se recogen parte de las notas tomadas del natural, lo que le permitió perfeccionar su técnica de la acuarela, (en la que no sobresale precisamente), pero que le  sirvieron como fuente inagotable de temas y motivos, sobre los que trabajó hasta el final de su vida. Algunas obras de pequeño formato, como “Una calle de Mequinez”, exhalan frescura e inmediatez. A partir de este viaje Delacroix se renueva en temática y en el tratamiento del color, que se convierte en el protagonista principal de su pintura.

Durante este viaje hizo varias escalas en Algeciras, Cádiz y Sevilla y mostró un enorme interés por Goya, otro gran avanzado de la pintura universal. “Todo Goya palpitaba a mi alrededor”, escribió a su amigo Pierret. Esta admiración bien pudiera ser reflejo de la identidad de sentimientos y pensamientos sobre el arte y la pintura, que ambos compartían. Es más, bien pudiera ser, que parte del alma de Goya se introdujese en una parte alma de Delacroix.

Su obra como decorador de interiores de grandes edificios públicos se extiende desde mediados de la década de los treinta hasta 1849. El boceto de la pintura del techo de la Galería Apolo del palacio de El Louvre, se presenta en la sala de “La gran decoración”. Pero Delacroix no abandona del todo la pintura clasicista, (lo que le vale la no total aceptación de su obra por parte de la crítica), como puede comprobarse en la sala “Medea y San Sebastián”, así como en la de “La soledad de Cristo”, puede verse la obra en la que el artista interpreta la Pasión de Cristo, como un drama humano lleno de dudas, sufrimiento y resignación.

En 1847, el pintor retoma su diario, interrumpido en 1824 y mientras trabaja en  importantes obras decorativas, reflexiona sobre su obra y recupera temas literarios, que había tratado veinte años antes y realiza una serie sobre “El rapto de Rebeca”, inspirada en el Ivanhoe de Walter Scott, así como diversas variaciones en dibujo, grabado y pintura a partir de Hamlet y Horacio en el cementerio, como puede contemplarse en la sala de “Series y variaciones”.

En “La caza de los leones: el poder del boceto” se presenta un extraordinario estudio preliminar de “La caza de los leones”, obra presentada en la Exposición Universal de Paris de 1855, que encumbró a Delacroix e inspirada en la pintura de Rubens, pues el artista quería presentarse ante el mundo, como sucesor del pintor flamenco.

La pintura pura está siempre presente en la obra de Delacroix, que intenta con su “arte material” llegar al alma del espectador y transmitirle profundas emociones, como puede verse en “El paisaje, entre la materia y el espíritu”. Él pintor habla del “acuerdo mágico”, que permite a la pintura apoderarse de quién la contempla. De otra parte, el contacto con el paisaje marítimo de Normandía le permite experimentar nuevas sensaciones y plasmarlas en el lienzo a través de sombras coloreadas y reflejos que anticipan la búsqueda luminosa de los impresionistas.

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