jueves, 15 de marzo de 2012

036.03** ANA SÁNCHEZ. EN RELIEVE. GALERÍA ESTARTÉ, Monte Esquinza, 8. Madrid




Desde que  Millares y Tapies redujeron la imagen pintada a la simple visión de la textura, como único elemento expresivo y los componentes de Nuevo Realismo,- que proclamó Pierre Restany-, introdujeron lo que nosotros denominamos el” objetualismo”, como manifestación del arte plástico, cualquier material, por extensión, puede ser objeto de tratamiento, para llegar a convertirse en lo que comúnmente se define como obra de arte, plasmación mimética de una realidad. Así, el proto-precedente de la obra de Ana Sánchez, (Salamanca, 1964), bien puede situarse en las “acumulaciones” y en los “encapsulamientos” de Arman, que basó su obra en el concepto antitético al de “le vide”,  - el vacío-, de Yves Klein, creando sustentado en la idea de “le plein”, - lo lleno-, acumulando y comprimiendo objetos en recipientes de distintas naturaleza.


Existe, sin embargo una radical diferencia entre los posicionamientos intelectuales de Arman y Ana Sánchez: Aquel pretendió con sus obras certificar la muerte del arte, como sus precedentes dadaístas. Ésta, por el contrario, como artista integrada en la generación postmoderna, hace arte por el arte. Realidad fáctica que toma su expresión más completa en las obras que se presentan en esta muestra que, con toda lógica, titula “En Relieve”, ya que se concreta en obras tridimensionales, (tanto esculturas exentas, como bajorrelieves), a partir de la manipulación de masas de libros, revistas, folletos, carteles, etc., que elige, corta, acola y comprime “creando combinaciones con ellos, que crean sensaciones visuales y emociones poéticas y metafóricas”, según las propias palabras de la artista en su introito a la exposición.

Más adelante, en relación a su proceso creativo, dice: “Compongo el cuadro con papeles seccionados, rotos, que son utilizados como ’’golpes de pincelada’’- y no como collage-. Así lo pictórico dialoga con los dominios del mosaico y la pintura se transforma en pavimento”. Sencillas palabras que cualifican su obra sin otras retóricas, no necesarias cuando con la práctica del arte se pretende crear una estética concreta y llegar a las emociones del observador de manera directa y no inducida por alegatos interpretativos, que con frecuencia encubren la incapacidad artística del autor.

En las obras de Ana Sánchez encontramos la atracción admirativa que causan un mosaico de teselas bizantinas, un pavimento carioca, una pieza de ágata brasileña o de rodocrosita catamarqueña, una colada volcánica incandescente, una estratificación en sinclinal o anticlinal, un simple amontonamiento de láminas, etc., una enorme multiplicidad de visiones evocadoras, que cualquiera de nosotros mantenemos en nuestro imaginario y que, subitáneamente, vemos materializadas ante nuestra vista, sintiendo el arrebato que produce contemplar en vivo nuestros recuerdos y sensaciones.

Dentro del informalismo que hoy coloniza gran parte de la creación en el mundo de las artes plásticas, si bien al margen del conceptualismo de las experimentaciones psicosociales de acciones, intervenciones, performances, happenings, etc., la obra de Ana Sánchez presenta la incontestable y elogiable característica de su singularidad.

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