jueves, 26 de abril de 2012

042.04* MARC CHAGALL. ANTOLÓGICA. MUSEO THYSSEN-BORNEMISZA Y FUNDACIÓN CAJA MADRID. Madrid





No nos resistimos a traer aquí la reseña de esta exposición, por lo excepcional de la oportunidad y por lo extraordinario del pintor, una de las figuras señeras e insólitas de la pintura del siglo XX, sin cuya contribución no podría ser comprendida, ni la pintura de la pasada centuria, ni mucho menos la de la actual.


Marc Chagall, (Moishe Shagal),  de origen ruso-judio, (Vitebsk, 1887. Saint Paul de Vence, 1985), es testigo activo, en su recorrido vital, de una revolución, (en la que participó), y dos guerras  mundiales devastadoras, tanto en el plano material, como en el del pensamiento y de las costumbres, lo que a su vez provocó cambios sustanciales y definitivos en el arte, (en sus significados y en sus significantes), de cuyas primeras y segundas vanguardias el artista participó, sin adscribirse nunca a ninguna de ellas, (del mismo modo que Picasso, otro nombre de esencial importancia), pero recibiendo inevitablemente las influencias que de las mismas se derivaban.

En 1911 viaja a París y su pintura, que ya muestra un trazo vigoroso e inconformista, (fuertemente influenciada por la pintura rusa y localista del momento), sufre una transformación fundamental, bajo los influjos del fovismo, del expresionismo y del cubismo.

De nuevo en Rusia, trabaja junto a los suprematistas Lissitzky y Malevich, sin que su contacto le contamine conceptualmente. Cuando en la década de los años veinte ha de exiliarse a Berlín y a París y posteriormente, ante la represión nazi contra los judíos, a Nueva York, su personalidad y su estilo propio ya son reconocibles, codificados y cotizados.

A Chagall se la ha adscrito al surrealismo, pero el poeta Gillaume Apollinaire, quién da nombre al movimiento surrealista, calificó a la pintura de Chagall como “sobrenatural”, desvinculándole así de esa vanguardia, aunque sus cuadros sean la representación subjetiva de mundos oníricos.

Es cierto que en 1928, en la galería parisina de Alice Manteau se organizó la exposición “El Expresionismo Francés”, en la que participa Chagall, junto a Modigliani, Soutine, Vlaminck y Utrillo, entre otros, que se aglutinan porque sus obras reflejan un mundo interior vivido intensamente, una representación formal claramente subjetiva, cargada de gran violencia gestual, distorsiones en las figuras y un cromatismo orgiástico, elementos que anteriormente habían caracterizado al expresionismo alemán de “Die Brücke” y de “Der Blaue Reiter”. Pero Chagall, transciende estos conceptos y llena sus cuadros de elementos simbólicos, cuya compresión solo es posible a través de una hermenéutica cercana al psicoanálisis.

En otras ocasiones, sobre todo cuando pinta búcaros y ramos de flores, su pintura nos recuerda al del post-impresionista  y simbolista Odilon Redon, del que no cabría excluir hubiera recibido alguna influencia, ya desde su temprana edad, por su obsesiva reiteración de incluir en sus composiciones, (sobre todo en sus últimos cuarenta años), el ramo de flores y la cabra, que dentro de esos mundos inquietantes y exotéricos representados, dan motivo a la reflexión, para intentar encontrar las claves del código, en que Chagal encriptó sus figuraciones fantásticas.



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