domingo, 24 de marzo de 2013

069.03* BLANCA MUÑOZ. CIRCUNVALACIÓN 1990-2013. SALA ALCALÁ 31. Alcalá, 31. Madrid





Emplea la varilla, la chapa de acero inoxidable y de aluminio; eso sí, con esmero y, diríamos, incluso con primor; trabaja en dimensiones macro, pero también en proporciones micro. Mas, en cualquiera que sea la escala, sus obras resultan lenes, lábiles y, si se quiere, etéreas


Sean esculturas para ornar la plaza pública, o la pequeña joya que lucirá, como pendentif de una pulsera o de un collar, dándose además la circunstancia de que, una gran escultura con dimensiones de dos metros, reducida a dimensiones de dos centímetros y cambiando el acero por el oro, pasa a ser, de un monumento expuesto al público, a una joya privada, sin que su maqueta o diseño haya sido variado en nada.

Blanca Muñoz, (Madrid, 1963), presenta, en esta retrospectiva, una amplia muestra de su obra escultórica que va, como se indica en la propia exposición, “de la diminuta maqueta a la gran estructura que danza, de la esquina doméstica al espacio público, de la escultura a la joya”, dando lugar a que se puedan contemplar unos pocos ejemplares de su obra gráfica “tridimensional”, así como el grabado rojo “Campos Magnéticos”, montaje digital de gran tamaño, ya que Blanca Muñoz, entre otros galardones ostenta el Premio Nacional de Grabado, que se le concedió en 1999.

La artista, en la presentación de la exposición, dice textualmente, y tras veintidós años de carrera creativa, “veo ahora, que existe cierta coherencia en mi trabajo, que todo viene por algo. Existe un hilo común. He seguido un camino, sin darme cuenta…”, y es que, en efecto, cualquiera que sea el campo de su actividad: la escultura, el grabado o la joyería, sus creaciones presentan una gran coherencia formal y recrean formas arquetípicas que identifican las obras con su autora, pues su espíritu está imbricado en cada una de sus líneas, en cada uno de sus contornos, en fin, en los volúmenes finales conseguidos.

A pesar de que la trabazón entre escultura y espacio es algo esencial y ontológico, toda vez que el alma  de la escultura se define por la dialéctica entre el espacio y las formas, y de cómo éstas lo aprehenden y lo delimitan, diríamos que la característica de la escultura de Blanca Muñoz estriba en permitir que el espacio se disuelva entre sus líneas rectas y curvas y, aún, se escape entra los orificios de sus chapas regularmente perforadas.

Las formas de sus esculturas son sensuales, con aquella sensualidad que emana del fondo de la psique de la mujer. Y lo decimos para valorar esta obra, de la misma manera y con igual sentido que cuando decimos que, de la obra de un varón, emana la fuerza viril de su alma masculina. Bien sabemos que en el arte no hay sexo, pero sí distintas sensibilidades en su realización, de manera tal que, así como determinadas percepciones le están vedadas al varón, opuesta y similarmente, otras percepciones no son percibidas por la mujer de la misma forma que lo hace el varón y todo eso se refleja, sin duda, en la obra de todos y cada uno de los artistas. De ahí su riqueza polisémica.

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