miércoles, 4 de diciembre de 2013

088.12* CANTABELLA . L’ENFANT TERRIBLE . GALERÍA KREISLER. Hermosilla, 8. Madrid






Es sin duda Cantabella, (Carmen Molina Cantabella, Murcia, 1977), una artista trascendida por el espíritu del paradigma Pop, que ha concebido esta colección como un homenaje a la vida y obra literaria del aviador y escritor A. Saint-Exupèry y especialmente a su obra más conocida, como es “El Principito”.


Ahora bien, el vigor creativo de esta artista,  hace que sus obras, trasunto de su personalidad, no sean confundibles con cualquiera de los modelos arquetípicos con que sus predecesores codificaron esta corriente artística, de los que, sin embargo, en bastantes ocasiones toma inspiración.

Las escenas recogidas en los cuadros de esta polifacética creadora, -que trabaja con distintos materiales, más allá del óleo y los pigmentos-, tienen su base en la contemplación de la realidad cotidiana, cuya evidencia duele a Cantabella, pero expresada mediante figuraciones, que las sitúan en el más subjetivista de los surrealismos.

De los cuadros de Cantabella, formalmente realizados con esmerado perfeccionismo en el dibujo y en el tratamiento y aplicación del color, emana, aún de aquellos que narran escenas basadas en la violencia, una palpable quietud silenciosa, no exentas de cierta ternura, quizá, porque como ella ha manifestado, el objeto principal del conjunto de sus obras “es el ser humano y la formación de sus ideas y principios y hablan del conflicto que supone para los niños asumir la construcción del mundo que hacen los adultos”.

Son pinturas icónicas, simbólicas, que están concebidas a modo de metonimias sociológicas, mediante la expresión de escenas, -verosímiles por su realismo cuasi fotográfico-, que solo tienen existencia en el imaginario de su creadora, como  ilustraciones de historias sacadas de ficticias narraciones literarias, mediante la introducción de elementos fantásticos, que sirven para afianzar la idea fuerza que la artista quiere trasmitir.

Sus pequeñas esculturas o dioramas, que son mínimos planetas sobre los que aparecen figuras representando escenas, -“mundos cerrados”, dice la artista-, que hay que interpretar en clave de metáforas que hablan y nos interpelan, “del amor y de la solidaridad, pero también del desamor, de la soledad y del engaño”, en palabras de Cantabella.

Podemos afirmar que de todas sus obras  emana una cierta poesía directamente dirigida al corazón de los que las contemplan.




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