miércoles, 4 de diciembre de 2013

089.12* JULIÁN GRAU SANTOS. ANSORENA GALERÍA DE ARTE. Alcalá, 52. Madrid


 Impresionista de vocación y convicción, Julián Grau Santos, (Canfranc, Huesca, 1937), en plena madurez artística, desarrolla, en su pintura, un lenguaje esplendido, espontaneo, sensitivo y propenso al caos, tal y como la naturaleza,- a la que ama y mimetiza en sus cuadros-, tiende, pero todo ello sometido a un racional análisis, con el que el artista aborda la diégesis plástica de sus creaciones, pues, aunque todo nos entra por los sentidos, -como ya predicó Aristóteles-, se imponen su instinto, intuición e inteligencia, cuando se posiciona, con sus pinceles y pigmentos, frente al lienzo en blanco.


Entonces, no sólo interpreta el fragmento de realidad que observa, sino que simultáneamente con ello se reta para aclarar el por qué de las cosas y cómo hacer para recoger su esencia expresiva, ya sea de ese vidrio, ya sea de esa planta en flor sobre la alacena o de ese jardín contemplado desde la ventana.

Es la pintura que reconoce la realidad viva, la exaltación del instante, -el “monumento al momento” del que Rosseti habló y recogió Francisco Umbral, glosando a Grau Santos-, que jamás tiene réplica, pues tanto el discurrir del tiempo, como la luz cambiante, al igual que la siempre distinta mirada del hombre, hacen irrepetible.

Como si la luz que ilumina la escena y sus objetos se hubiera proyectado refractada sobre el lienzo en un haz de colores separados, son sus cuadros un saturnal cromático, en gamas diametralmente opuestas, con las que los fauvistas replicaron al impresionismo primigenio: Son tonos suaves, nada agresivos, propicios para poner serenidad a los excesos orgiásticos del conjunto.

Se ordena así le escena en distintos compases, ora en arpegio, ora en plaqué, ora en escalas de glisando, salidas de los pinceles guiados por las manos de este arpista de la luz deshilachada.

Grau Santos descubre y nos manifiesta la totalidad del universo cromático y el secreto de la composición formal, expresada en breves, casi delusorias líneas maestras, que completa con sutiles y breves golpes de color, con que define la flor, el vaso, el libro,… y la totalidad de figuras capturadas en la escena. En cierta medida, sus cuadros producen en el observador parecida sensación a la que el puntillismo perseguía, pero sin que, ni mucho menos, puedan incluirse dentro de este sub-estilo del impresionismo.

Obra de un  artista reconocible y justamente reconocido, que, fiel a sus convicciones, ha puesto su talento y solercia, al servicio del arte que discurre por el hilo de la tradición, pero aportando su impronta personal, inmersa en el imponderable e inconmensurable universo de la belleza.

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