Si hubiera que encuadrar en
algún estilo a Michele del Campo, (Sannicandro Garganico, Foggia, 1976) lo
situaríamos evidentemente dentro de la neo figuración realista.
Y ello sin duda, puesto que su
pintura se mueve en la frontera que separa lo que se cree de lo que se
sospecha, actitud que supera los límites en los que normalmente se mueve la
pintura hiperrealista, la cual copia, en sentido estricto, lo que ve, sin otra
pretensión.
Porque lo importante, no es la
descripción realista de la realidad en todas sus particularidades, “sino la
representación de lo “esencial”, teniendo a la realidad concreta aceptada como
punto de partida”, según señala Kerstin Streemmel y Michele del Campo consigue.
Sin embargo, este pintor aún
joven, pero con un gran recorrido y aceptación artísticos, al pintar la
realidad visible, muestra, al mismo tiempo, aquello invisible, que se intuye en
las actitudes de las personas figuradas en sus cuadros.
En sus retratos plasma sus almas,
impresas en sus ojos y en sus gestos, que traslucen los pensamientos en los que
están sumidos, pues el artista logra dar materialidad a la inmaterialidad de
los espíritus de sus personajes retratados.
Así se comprueba, cuando muestra
en sus lienzos a los “daydreamers”, como parte de una juventud ociosa,
insatisfecha con su existencia, sin objetivos y paralizada por el egocentrismo
y el anestésico confort hedonista. Una “beautiful people”, cuya belleza capta y
expresa con singular destreza.
Son sus cuadros como ventanas
abiertas a la vida y a la ensoñación, mediante una pintura de gran realismo,
rigurosa en sus planteamientos formales, cálida por su paleta, destacando, como
elemento diacrítico, la vibración: En ellos vibra la luz y con ella el color,
vibran los reflejos y también vibran las sombras.
Este pintor, de técnica muy
depurada, sincretiza en sus cuadros cuanto hasta el presente se ha avanzado en
la figuración realista, ahora bien cada cuadro es una exégesis personalísima de
la realidad que observa.
Pues no en vano, él mismo lo
confiesa, entre los pintores que más le han influido están: El español Joaquín
Sorolla, para saber captar y expresar la luz y sus reflejos; el norteamericano
Andrew Wyeth, para dar lirismo y poesía a sus cuadros; y el chino Liu Xiaodong
para dar fuerza y vida a las pinceladas.
Dibujo, luz y una riquísima
paleta, que desarrolla toda la gama de colores imaginables, que el artista
maneja en acabadas y muy cuidadas composiciones, de enorme plasticidad, de
notable entonación rítmica y de gran belleza, buscada y conseguida.
BENITO DE DIEGO GONZALEZ
Miembro de las Asociaciones
Internacional,
Española y Madrileña de Críticos
de Arte
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