miércoles, 18 de abril de 2018

175.02 TOULOUSE-LAUTREC Y LOS PLACERES DE LA “BELLE ÉPOQUE” . FUNDACIÓN CANAL . Mateo Inurria, 2. Madrid



“Esta exposición ofrece al visitante un recorrido por la efervescente vida parisina de finales del siglo XIX, a través de la mirada del pintor post-impresionista y de los 33 carteles que realizó”. ..
“Las piezas proceden del Museo de Ixelles (Bélgica) y se trata de una de las dos únicas colecciones completas de carteles del pintor existentes en el mundo, junto con la de la Biblioteca Nacional de París.


Así reza el anunció, que alerta sobre la muestra, que supone una oportunidad única de gozar de esta singular colección en su conjunto y de algunas de las piezas que dieron, al pintor de Albi, fama mundial.

Toulouse Lautrec, fue un innovador que desarrolló con arrebato el concepto de espacio nuevo, (que Degas definió en su obra), y lo hizo, ayudado por las “curvas de latigazo” que caracterizan al Modernismo, imprimiendo a las composiciones un aspecto decorativo e inédito.

Porque, Lautrec es un pintor modernista, quizás el más grande pintor del Modernismo. Pero lo hace a su manera. Por su fuerza expresiva sobresale y supera cualquier taxonomía metodológica, aunque no es ajeno al espíritu rupturista de su momento histórico, ni a una sociedad que persigue y busca, en su estilo, el marchamo de esta ruptura. Así Modernismo es, en el mundo, Art Noveau en Francia, Modern Style en Gran Bretaña, Sezession en Alemania,…

La cortedad de la vida y, por consiguiente de la carrera, de este impar artista, resplandece con todo fulgor en París, durante el tiempo que discurre entre las dos grandes exposiciones universales, (que enaltecen orgullosas el progreso científico y técnico de las naciones adelantadas), periodo, que entró en la historia y perdura en ella, con el sobre-nombre de Belle Époque.

En esta ruptura de estilo de vida, los pintores prefieren ya París, (desde entonces la Ville Lumière, con su desafiante Torre Eiffel) a Roma y en 1891, fecha de la retrospectiva de Van Gogh, Lautrec realiza su primer cartel (“afiche”) para el Moulin Rouge, al que seguirán otros, como manifestación espléndida del espíritu de la Belle Époque.

Como aprendiz distinguido en los talleres de Bonnat y de Cormon, pinta, en el París de 1881, sus primeros cuadros. Conoce a los cloisonistas Emile Bernard y Louis Anquetin. Posteriormente, en 1885, conoce a los hermanos Van Gogh, y con Vincent, junto a Bernard y Anquetín, pintan y exponen bajo el título de los “impresionistas del pequeño boulevard”. Con veinte años, Lautrec, tiene estudio propio en casa de Degas, que tanto influyó en su estilo.

Inicia entonces una vida de bohemia, en la que entran las noches pasadas en cabarets y burdeles, dibujando y pintando a los personajes que los llenan y es en el decenio, que discurre entre las dos Ferias Universales, (cuando París se hace el centro del mundo de las pequeñas y grandes artes), cuando Toulouse Lautrec vive su gran momento.

Es su época dorada. La particular “belle époque”, del pintor, que sabe representar lo más ligero con la potencia esplendorosa de lo grande: Lo mismo inmortaliza a la “gran Mireille”, ramera de una mancebía de lujo de la rue d’Ambroise, que decora el barracón de “La Goulue” en la Feria del Trono, o realiza exquisitas litografías para Marcelle Lender, estrella de la opereta, o para la nueva “Revue Blanche” de los hemanos Hathanson.
Es el momento de los grandes carteles, los mejores en un momento en el que abundan los artistas con gran genio y talento, como son Alphonse Mucha, Jules Cheret o Theophile-Alexandre Steinlen, Forain, Cappiello, o Leandre, e incluso el nabi Pierre Bonnard, todos ellos, (con carteles presentes en esta exposición), son  representativos del modernismo en el dibujo y la pintura, pero ninguno de ellos aporta un grado tan elevado de de originalidad y audacia creativa como Toulouse Lautrec, debido, muy posiblemente, a su carácter vitalista, a lo veraz y espontáneo de sus obras y al tono irónico y penetrante que da a su sus carteles y a su gráfica en general.

Dibujante más que pintor a lo Degas y a lo Van Gogh, lo que domina en su pintura es el dibujo de enorme fuerza y garra, que sirve de soporte al modo “cloisonné”, a los tonos violentos y planos del color. De ello proviene su gran triunfo en la litografía a varias tintas planas, con lo que consigue magistrales efectos con el mínimo de medios, como lo haría un artista japonés, que él ha estudiado en el establecimiento que tenía en Montmartre el marchante de estampas japonesas “père” Tanguy.

En veinte años de breve carrera, pues murió en 1901 con solo 36 años, el artista produjo más de mil pinturas y acuarelas, cinco mil dibujos, 370 litografías, incluyendo los 33 carteles presentes en esta exposición.

Hoy el cartel publicitario ha decaído sobremanera, hasta casi su desaparición, pues como medio de información ha sido sustituido por las nuevos “ mass media” digitales, telemáticos y telecomunicativos, en donde la TV toma lugar preeminente, Pero en el galicinio de los siglos XIX y XX, en el momento de los albores de la gran revolución de la técnica y de la ciencia, los carteles estaban de moda, convertidos en un soporte de imágenes, que aportaban nuevas cualidades estéticas al espacio urbano, poniendo en el mismo notas de arte y modernidad.

La asociación de los valores semánticos, con su mensajes escritos puramente informativos, y los valores artísticos, puramente estéticos, dio buen resultado y continúa teniendo vigencia en los distintos ámbitos en los que se practica el cartelismo, sean tanto en el campo de la cultura, como de la información, el comercio, la política, etc.

Pero lo que no ofrece duda es que los artistas de la Belle Époque descubrieron en el cartel un soporte de privilegio para difundir imágenes, concebido como elementos de arte, con enorme poder comunicativo y estético, al amparo de las nuevas técnicas litográficas, que permitían importantes tiradas y unas ediciones que la obra única no posibilitaba.

Los mundos del espectáculo, del comercio y de la política descubrieron una manera cautivadora, a la vez que digna y atractiva de infiltrase en la sociedad mediante un medio visual. Se logra así arrumbar con lo que, desde Sócrates hasta Hegel, se había defendido como términos o conceptos antagónicos.

El cartel, que nace con la modernidad, tiene su origen, generalmente atribuido, en Jules Chéret, (1836-1932), quien puso todo su arte a lo largo de su casi centenaria vida al servicio del cartelismo, mediante los avances de la litografía en color, procedente de Inglaterra.

Toulouse-Lautrec llegó a París con 19 años y descubrió una urbe en ebullición y cambio en cuanto a la manera de entender la vida moderna y los placeres que esta ofrecía, celebrados en el arte, en el teatro, las variedades, la literatura o el urbanismo.

Fue un periodo dorado, de prosperidad económica y optimismo. Florecen los cabarets y se reinventa la escena cultural y artística. Lautrec se zambulle en este nuevo mundo y forja amistades en los ambientes subterráneos de los cafés concierto, cabarets, teatros alternativos y burdeles, reflejando el espíritu y la vida que caracterizaron a la Belle Époque en sus carteles, elevándolos a la categoría de obras de arte, dotando al cartel de una personalidad artística e informativa de gran altura y eficacia, consiguiendo la total simbiosis entre los fines comerciales y los propósitos plásticos y estéticos del artista.

El primer encargo lo recibió en 1891 de parte de Charles Zidler, que buscaba publicitar su nuevo local, el Moulin Rouge.

Lautrec retrató a la Goulue junto a su compañero masculino de escena, Jacques Renaudin, alias le Désossé. Este cartel causó inmediatamente una gran sensación entre el público, elevando la popularidad del autor a las más altas cotas del éxito. Este hecho cambió su vida, pues si como pintor e ilustrador se mantuvo dentro de unos límites de popularidad más bien modestos, después de la edición de este cartel, se convirtió en el cartelista más solicitado.

Este cartel no es el resultado de una improvisación, sino que es el de años de contacto con el mundo del cabaret, del estudio de sus personajes, gestos y movimientos, que el artista fue anotando y pintando.

La modernidad de la concepción de las imágenes, la manera de construir los planos, la silueta de Désossé, en primer término y la estructura formal de su composición, son el anuncio del lenguaje visual del cine y de la pintura, que fovistas, expresionistas y cubistas emplearán posteriormente.

Dedicó otros a la diva del cabaret “Jane Avril” o a ella en el cabaret “Jardin de Paris”

Pero Lautrec también se dejó conquistar por las artes escénicas cultas. Así “Les ambassadeurs” es un cartel que Lautrec dedicó a su amigo el actor Aristide Bruant, consiguiendo que  la lectura de estos carteles teatrales fuese una de las distracciones favoritas de los transeúntes de los bulevares parisinos, durante esta Belle Époque.

La vida literaria y artística de este periodo alcanza una popularidad inédita y se difunde por toda la sociedad y Lautrec no es ajeno a este hecho y realiza el cartel “Le pendu”, que anuncia una novela por fascículos, o “Le divan japonais, en que rinde homenaje a Yvette Guilbert, cantante y declamadora, o el cartel que anuncia una novela de su buen amigo el autor polaco Victor Dobsky titulada “Reine de joie”.

Otro cartel muy representativo de su estilo, en el que combina perfectamente el mensaje publicitario con los rasgos de su arte, es el de “Confetti”, que anuncia la manufactura de este artículo, en el que reproduce la figura de una de sus amigas, como fue Jeanne Granier.

Junto a este y otros de Lautrec, como “La chaîne Simpson”, la muestra dedica una sección a los carteles de la nueva sociedad de consumo, en la que se incluyen la mayor parte de los 36 carteles pertenecientes a los autores coetáneos que le acompañan en esta ocasión, incluido uno de Pierre Bonard anunciando el “France-Champagne”. En la mayoría de ellos la figura de la mujer prevalece sobre otros motivos.







BENITO DE DIEGO GONZÁLEZ
Miembro de la Asociaciones Internacional,
Española y Madrileña de Críticos de Arte


No hay comentarios:

Publicar un comentario